martes, 10 de mayo de 2011

Carta de Ha Thanh Minh

Esta carta, escrita por el inmigrante vietnamita Thanh Minh que trabajó en Fukushima como policía, a un amigo en Vietnam, fue publicado en New America Media, el 19 de marzo. Es un testimonio de la fuerza del espíritu japonés, y un corte interesante de la vida cerca del epicentro de la crisis en la central nuclear de Fukushima en Japón. Fue traducido por el MNOAL editor Andrew Lam, autor de "Como Oriente Occidente: escribiendo en dos hemisferios" condensado en Shanghai Daily.


Hermano,
¿Cómo estás tú y tu familia? Estos últimos días, todo era un caos. Cuando
cierro mis ojos, veo los cadáveres. Cuando abro los ojos, también veo los
cadáveres. Cada uno de nosotros debe trabajar 20 horas al día, sin embargo,
me gustaría que hubiera días de 48 horas, para que podamos seguir ayudando
y rescatar gente. Me he hecho fuerte viviendo el nacionalismo japonés.
Estamos sin agua ni electricidad, las raciones de alimentos se encuentran
cerca de cero. Apenas se consigue trasladar a los refugiados antes de que
haya nuevas órdenes para trasladarles a otro lugar.

Actualmente estoy en Fukushima, a unos 25 kilómetros de la planta de
energía nuclear. Tengo tanto para decirte que si pudiera escribirlo todo,
seguramente se convertiría en una novela acerca de las relaciones y
comportamientos humanos en tiempos de crisis. Aquí la gente mantiene la
calma - su sentido de la dignidad y el comportamiento adecuado son muy
buenas - así que las cosas no son tan malas como podrían serlo. El
gobierno está tratando de proveer suministros por vía aérea, con alimentos
y medicinas, pero es como dejar caer un poco de sal en el océano. Pero por
más atrasos nunca pierden la disciplina ni la dignidad.

Hermano, hubo un incidente realmente conmovedor. Se trata de un niño
japonés que enseñó a un adulto como yo, una lección sobre cómo comportarse
como un ser humano. Ayer por la noche, me enviaron a una escuela de
gramática para ayudar a una organización de caridad a distribuir alimentos
a los refugiados. Era una larga fila que serpenteaba un lado a otro y vi. a
un niño de alrededor de 9 años de edad. Llevaba una camiseta y un par de
pantalones cortos. Estaba haciendo mucho frío y el niño estaba en el final
de la cola. Me preocupaba que en el momento que le llegue el turno, no
hubiera
ningún alimento. Así que hablé con él. Dijo que estaba en la escuela cuando
ocurrió el terremoto. Su padre trabajaba cerca y se dirigía a la escuela.
El estaba en el balcón del tercer piso cuando vio el coche de su padre
barrido por el tsunami.
Le pregunté acerca de su madre. Dijo que su casa está junto a la playa, que
su madre y su hermana pequeña, probablemente no se salvaran. Volvió la
cabeza, se secó las lágrimas cuando le pregunté acerca de sus familiares.
Estaba temblando por lo que me quité la chaqueta de policía y se la puse a
él. Ahí fue cuando mi bolsa de ración de alimentos se
cayó. La recogí y se la di a él. "Cuando llegue tu turno, podrías quedarte
sin alimentos. Así que aquí está mi parte. Yo ya comí. ¿Por qué no te lo
comes?" El muchacho tomó mi comida, se inclinó. Pensé que se lo comería de
inmediato, pero no lo hizo. Tomó la bolsa, se acercó al principio de la
cola y la puso con toda la comida que estaba esperando para ser
distribuida.

Me sorprendió. Le pregunté por qué no se lo comía, en vez de añadirla a la
pila de los alimentos. Él respondió: "Porque veo a gente con mucho más
hambre que yo, si lo pongo allí, se van a distribuir los alimentos por
igual.” Cuando escuché eso me di vuelta para que la gente no me viera
llorar. Una sociedad que puede educar a un niño de 9 años de edad, que
entiende el concepto de sacrificio por el bien común de la nación, es una
gran sociedad, un gran pueblo, 100% nacionalista y de profundos
sentimientos espirituales.

Bueno, en estas pocas líneas envío a ti y la familia mis mejores deseos. La
hora de mi turno ha llegado nuevamente.

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