jueves, 3 de marzo de 2011

Demasiado viejo para el Rock ´n´ Roll, demasiado joven para morir



Aquella vieja canción de Jethro Tull aún resonado en mi recuerdo, sigue dándome que pensar. Va pasando el tiempo, y el subconsciente nos dice que "se nos va pasando el arroz" como cuenta el popular refrán. Y sin embargo, creo que es un error. El tiempo no nos vincula a nada. Hace relativamente poco tiempo que sentía nostalgia al ver a grupos rockeros de cincuentones en los escenarios, como si los viejos rockeros tuvieran que morir, como si estuviera reñida la insultante rebeldía de la juventud con la seductora experiencia de la madurez. Nos vamos haciendo estáticos físicamente con el paso de las primaveras aunque la libertad de nuestro pensamiento sigue viviendo al son que mejor le conviene.
Nuestra mente sigue viajando por libre por los recodos de los recuerdos encontrados a lo largo de nuestro aprendizaje de la vida, nos provoca constantemente, nos reta a seguir en primera línea de fuego, nos quiere probar, como queriendo desafiar ese físico que no reconoce como suyo, como parte irrenunciable de su ser.

La canción refleja el estado pesimista que inundó a los jóvenes revolucionarios de los años 70. Los Hippies vieron morir en 1968 el sueño de un mundo mejor. Despertaron a la realidad de una sociedad retrógrada y a la rendición de sectores y personajes que proclamaban que podía haber otro tipo de Sociedad más libre y solidaria en el mundo. El fracaso dejó ver lo que los clásicos del siglo XVI ya habían visto, incluso antes: la Hipocresía social y humana. Pero, sin entender que el tiempo no es vinculante, y al pensar que éste marcaba las decisiones, viéndolo pasar, muchos abandonaron su sueño y entraron en el pesimismo social que pretendían ciertos poderes fácticos. Si hubieran comprendido que la edad no importa para ser revolucionario, sino nuestra mente, tal vez el mundo hubiera cambiado. Quién sabe…
Y entonces, me doy cuenta de que parece que el tiempo no pasa. Como si fuera cíclico.

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