Recuerdo que no hace tanto
tiempo, en mi etapa de rebelde, la vida absorbía todo mi tiempo. No había sitio
para la reflexión o la meditación. Todo pasaba a ritmo estrepitoso, era como ir
todo el día en moto, o mejor dicho como una moto. Devorar la vida antes de que ella
te devorara a ti, esa era la máxima que corría libremente por mi pensamiento.
Los excesos se juntaban con las obligaciones y todo era sexo, drogas y rock and
roll. Los primeros paseos por el lado
salvaje fueron apocalípticos, era como si se acabara el mundo y renacieras al
día siguiente. Todo estaba allí, para experimentar, y no valían las experiencias
ajenas, tenias que ser tu el que de forma directa entrara en los mundos
prohibidos para sacar tus propias conclusiones… “mezcladas, no agitadas”, y con
mucho sexo. Sexo a diario, eso si era tirarse
por la montaña rusa, el vértigo desenfrenado de la pasión. Vivir a ritmo de “Walk On The Wild Side”, de forma
estrepitosa día tras día, sin importar
cuán lejos está el mañana…
Vivir en una comuna hippie, me hizo comprender lo
banal de la propia vida, descubrir que detrás de lo simple está la complicación
me condicionó de por vida. Siempre buscando la intensidad del sentirse vivo, la pasión desmesurada y
pasajera, encontrarla para perderla y volverla a buscar.
Las reivindicaciones estudiantiles, las carreras
para evitar que los grises te cosieran a palos, esa lucha por la libertad que
te aportaba plenitud de convicciones… esto incremento mi concepto de justicia.
Descubrir Amsterdan, Londres, Paris, fue como abrir
los ojos a una civilización que para nosotros era prohibida, ya que aquí estábamos
aún viviendo los últimos coletazos de la dictadura franquista.
Creo que en esa época fue cuando descubrí a Karl Marx “No es la conciencia del hombre lo que
determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su
conciencia”.
Comprendí que la revolución, para ser
socialista, tendría que ir más allá de cambios en el poder político y en la
expropiación de la burguesía y debería transitar a profundas transformaciones
libertarias, democráticas y socializantes en las relaciones de producción y en
los modos de convivencia y participación que establecen los seres humanos en el
proceso de producir y reproducir su vida material, espiritual y social.
Las noches de radio con mi amigo Juan “el sonrisas”,
mote contradictorio que le iba que ni pintado, (no se reía ni de casualidad).
Noche tras noche frente a los micrófonos, columpiándonos por las ondas desde
nuestro programa que bautizamos como Delirium Tremens. ¡Qué experiencia más
enriquecedora!, por cierto no sé nada de Juan desde hace… ¡buf!, demasiados
años.
La escuela de bellas artes, otra etapa divina, en la
que hice lo que realmente me gustaba, crear, aunque duro poco, lo mande a tomar
viento por un cabreo con la Generalitat, que era quien subvencionaba La Massana…
Todos los días penetrando en la magia del Raval de Barcelona y compartir
experiencias creativas con los compañeros. Me acuerdo de mi profesor de
Historia del Arte, que pasada te tío, Only You, se hacía llamar, y recuerdo que
firmaba así la editorial de la revista underground en que colaboraba (El Vivora)
La gente que conocí en Shakti, el garito que tantas alegrías
y tantos problemas nos hizo vivir a mi hermano Chema y a mí. Tuvimos la suerte
de estar trabajando en nuestro propio negocio, aunque fue duro, económicamente ablando,
pero nos enriqueció con un sinfín de experiencias…
No hace tanto tiempo… aún me acuerdo de esa vida que
pasó de largo para sumergirme en esta otra, la de la sensatez y la coherencia,
la de la madurez en todos los aspectos. La familia, los hijos, el compromiso
social, el trabajo “estable”, LA RESPONSABILIDAD con mayúsculas.
Y no es que piense que cualquier tiempo pasado fue
mejor, en absoluto, sino que era diferente, fue diferente. Un paseo por el lado
salvaje de la vida, un paseo intenso y enriquecedor que ha influenciado en la
transformación de la persona en que con el tiempo me he convertido.
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